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¿Por qué seguir desbrozando zonas ocupadas por urogallos cantábricos? ¿Por qué talar y romper monte en las orlas supraforestales de la Cordillera? ¿Que beneficio se deriva de semejante barbaridad? No son preguntas retóricas.
¿Quién autoriza, quién ejecuta? Con la excepción de alguna actuación suficientemente chulesca como para presumir con carteles, nunca es nadie. O, mejor dicho, siempre son otros “socios”, otros responsables.
Si estás pensando que has visto “actuaciones” con peor pinta, lo comprendo. Yo también, estamos acostumbrados al “manejo de hábitat”. Ocurre no obstante que esto no es un concurso de disparates independientes, sino un descuento constante de refugio a urogallos y otras especies, de esas que no mueren de viejas. Un goteo constante de frenazos a la recuperación forestal, en un paisaje en el que los bosques se agarran a los altos porque abajo ya estamos nosotros (mal de muchos, epidemia1). Frenazos a la sucesión ecológica (esa que aquí apunta a los abedulares, hayedos y robledales) que se suman a los miles de hectáreas que arden cada año.
Ocurre también que las fotos de arriba, tomadas estos días en el norte de León, corresponden a una zona con ocupación reciente de urogallos. Para alguien con intención de conservar el puñado de bichos que quedan en el occidente, la mera sospecha de su presencia serviría para evitar cualquier molestia. Pero no es necesario sospechar; en esa zona, entre 2009 y 2011 y a un planeo de las fotos, identificamos 14 machos y 4 hembras, más 3 individuos a los que no pudimos asignar sexo (ver métodos aquí). Esos individuos identificados son números mínimos2.
¿Por qué seguir con esas prácticas? Ni idea. Lo más que puedo reiterar aquí es alguna razón por la que no, en caso de que el mero hecho de espantar los pájaros con las herramientas no fuera suficiente.
Me limito a lo más directo, sin entrar en consideraciones más generales, o sobre otras especies. Supongo que, razones retorcidas aparte, toda esta historia de los desbroces viene de la vieja asociación urogallo – cantadero, originariamente propia de cazadores, y ahora en manos del “turismo de observación”. Y sí, las zonas de cortejo y exhibición – los cantaderos – son importantes en una especie poligínica y con monopolización de cópulas por machos dominantes. Pero el año tiene cuatro estaciones, especialmente en esos altos de la Cordillera. Lo que un animal, humano y no humano, necesita una mañana de mayo no tiene por qué ser lo mismo que durante una noche de Enero, a 1500 m s.n.m. Lo que necesita un macho de urogallo para promover sus genes egoístas no es lo mismo que necesita una hembra para que los pollos ganen hasta 3 kilos en tres meses. Y por eso no usan siempre los mismos hábitats, y por eso no los usan a la vez3.
Una y otra vez parece necesario reiterar estas cosas; aparentemente no sirve de nada que vayamos sabiendo más cosas de una población, eso sí, difícil de estudiar. ¿Que inercia rodea a la especie, o a los altos de la Cordillera, para tirar a la basura lo que sabemos y el principio de precaución, en beneficio de lo que no se sostiene?
Yo no sé si cuando fueron a cortar esos abedules había pájaros mirando, ni si salieron corriendo o volando. Pero sí me gustaría saber quién puede evitar que vuelva a ocurrir.
[1] Sandel B, Svenning J-C. 2013. Human impacts drive a global topographic signature in tree cover. Nature Communications 4.
[2] Estamos a disposición de los gestores que quieran conocer estos
números con detalle, más allá de los informes de muestras recogidas,
entregados tras las campañas de campo.
[3] Bañuelos MJ, Quevedo M, Obeso JR. 2008. Habitat partitioning in endangered Cantabrian capercaillie Tetrao urogallus cantabricus. Journal of Ornithology 149:245–252.