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Imagen de la noticia El urogallo lo merece. Por: Iñaki Reyero.

El urogallo lo merece. Por: Iñaki Reyero.



Por desgracia, hace ya algunos años que el urogallo no canta en las madrugadas primaverales de Picos de Europa.


 El «faisán» se fue en silencio, como el guerrero que asediado en su último fortín decide dejar de luchar y acepta su destino. Tal vez recordando tiempos mejores, en el que los legendarios bosques de Riaño se llenaban del sordo reclamo del urogallo, y en los cantaderos, los machos se bregaban en interminables luchas por el derecho a perpetuar sus genes.

Siempre me ha gustado decir que el urogallo era la marca de calidad que el consejo regulador de la naturaleza nos había otorgado, y que lamentablemente hemos perdido, probablemente para siempre. La especie más sensible y especializada, la luz roja que salta en el salpicadero del nuestro medio natural y que nos indica que algo no va bien.

Hay pocos sentimientos tan humanos como la culpa o la vergüenza, y pocas conductas tan nobles, como la voluntad de enmienda y de reparación. Sin embargo, lo mínimo que se merecía nuestro urogallo es que esta fuese sincera y comprometida.

Desde hace unos años se viene desarrollando un proyecto Life que trata de frenar el implacable declive del urogallo en la cordillera cantábrica, proyecto en el que se encuentran implicadas diversas comunidades autónomas, así como la Fundación Biodiversidad, ONGs y empresas privadas.

El proyecto, a pesar de la buena voluntad de muchos de los técnicos implicados, ha sido un monumental ejemplo de descoordinación, improvisación y falta de criterio. Comunidades que gestionaban aspectos esenciales del proyecto sin rendir cuentas a las demás de sus actos, poco compromiso con la financiación, criterios técnicos cambiantes en función de las presiones de unos u otros colectivos, constantes ingerencias políticas y ocultamiento de información.

El resultado final ha sido calamitoso y vergonzante, por mucho que se utilice la prensa para edulcorar la verdad. Nadie ha sido capaz de poner orden en un gallinero, donde cada comunidad autónoma se gastaba el dinero como le venía en gana, transmitiendo la imagen de que el objetivo final era el proyecto en sí, más que los objetivos de este.

La última improvisación ha sido la suelta de tres ejemplares de urogallo en el Parque Regional de Picos de Europa, procedentes de un programa de cría en cautividad.

No se confundan, no es que hayamos sido capaces de recuperar el hábitat del urogallo, ni siquiera se han contenido las causas que lo llevaron a la extinción, simplemente es que los objetivos del proyecto señalaban la necesidad de liberar aves antes de su finalización…y que mejor que soltar tres «pollos» de granja, a sabiendas, como saben todas las partes implicadas, que no existe posibilidad alguna de supervivencia, ni de establecimiento de nuevos núcleos de población por esta vía.

Con criterios similares de cría en cautividad y reintroducción, se actuó en los bosques alemanes de Sauerland, Odenwald y en el Black Forest de Thuringia, donde a pesar de las miles de aves liberadas no se logró el asentamiento de una población estable.

Algo parecido ocurrió en el Pirineo leridano, donde se liberaron igualmente centenares de aves criadas en cautividad, no documentándose la supervivencia de ningún ave más allá del año.

Únicamente en el Jura y en las Montañas Harz, a partir de centenares y centenares de aves introducidas y un intenso manejo del medio, se consiguió el establecimiento de ínfimas poblaciones, de apenas unas decenas de ejemplares, si bien, tan pronto como dejaban de aportarse ejemplares volvían a desaparecer.

En conclusión, todas las experiencias de este tipo con urogallos han terminado en fracaso, y todas las administraciones y partes implicadas en el proyecto lo saben, igual que saben que no hay posibilidad alguna de supervivencia para el urogallo en oriente con las actuales densidades de ciervo y jabalí.

La literatura científica es bastísima en toda Europa a este respecto, dejando claro que las densidades del oriente de la cordillera son simplemente incompatibles con la supervivencia del ave. Las propuestas de control de ungulados del Life han encontrado férrea oposición desde los departamentos de gestión cinegética y las reservas de caza del sector, especialmente en la vertiente leonesa, donde algunos siguen empeñados en convertir la montaña cantábrica en un cortijo extremeño, y tan solo Cantabria ha realizado controles significativos de estas especies.

Sin el compromiso de actuar con criterios técnicos sólidos y responsables, el panorama para el futuro del urogallo es desolador, al menos en oriente. Esto no quiere decir que no sea posible reintroducir urogallos y fundar nuevos núcleos de población en un futuro, pero con esta técnica y sin querer abordar los problemas de pérdida de hábitat y competencia trófica que sufre el urogallo, evidentemente esto es inviable. Mientras tanto, si queremos calmar nuestra conciencia, limitémonos a luchar por preservar los últimos fragmentos o retazos de hábitat adecuado para estas aves, e intentemos preparar el camino para que al menos, en un futuro, tengamos la posibilidad de luchar por devolver al «gallo» a su casa, de donde nunca debiera de haber faltado.

Estoy convencido de que llegará un día en el que nuestro hijos nos exijan cuentas por la extinción del urogallo, en el que surjan políticos dispuestos a perder un voto por el orgullo de volver a tener aves en nuestros bosques, o en el que los técnicos de las diferentes administraciones estén dispuestos a pelearse con el del despacho de enfrente para aplicar los planes técnicos aprobados, desde la convicción y no desde la conveniencia.

Todo esto puede parecer lejano, pero algún día llegará, y nuestra sociedad, que está cada vez más concienciada, lo demandará.

 

26/10/2014 Diario de León

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